sábado, 25 de diciembre de 2010

Mis aventuras/desventuras con renfe

Sé que todos hemos sufrido algún que otro percance debido a esta gran compañía tan querida por todos. La verdad es que con ellos nunca había tenido demasiados problemas, exceptuando claro, los precios abusivos, algún que otro retraso, una web que no tira ni a la de tres y horarios que sólo entienden ellos. En fin, casi nada. Aunque el otro día pude vivir en mi propia carne qué pasa cuando te atienden mal y encima te ponen esa carita de: es culpa tuya, yo no he sido.

Comencemos por el principio.

Estava súper feliz porque por fin podía ir a ver a mi novio después de haber tenido una tarde movidita con la niña a la que le hago de canguro (pobre, es que cuando sus padres no llegan a la hora se impacienta). Llego a la estación de Clot Aragó y el tren que me interesaba iba a salir en ese momento, pero como no tenía ganas de ir con prisas no le hice mucho caso y como sabía que después saldría otro no me preocupé mucho. Así que me fui a la taquilla para comprar el billete y ahí me encuentro que la chica que tenía que venderme el billete estaba enganchada al teléfono. Al principio, ingenua de mí, pensé que estaría hablando por un problema o duda que tenía, pero cuando estuve delante me di cuenta que le estaba contando a una amiga el sus aventuras amorosas. La chica me vio perfectamente, pero ella siguió hablando, pasando de la pobre persona que se estaba esperando para comprar el billete. Cuando conseguí incomodarla con mi mirada, me atendió, pero ella seguía al teléfono.

La "señorita" por no llamarla de otra forma más soez, se equivocó un par de veces, hasta que al final entendió que con su amiga en la oreja a mí no me podía atender ni soñando. Igualmente, aunque no estuviera hablando por teléfono no se enteraba mucho de la copla. Cuando después de repetirme el billete un par de veces lo tuve correcto en la mano, casi me pongo a llorar de la alegría. Por fin, pude ir a tomarme un café que con las ganas que tenía de matar a la taquillera, me pareció mejor ir a ahogar mis penas en una buena taza de café antes de cometer cualquier tontería.

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